La rivoluzione neolitica partì dall’Isola? La risposta in uno studio sul Dna
Gli uomini che anticamente abitavano la Sardegna
potrebbero aver diffuso nel Mediterraneo occidentale la più grande rivoluzione culturale della storia:
secondo uno studio appena pubblicato sulla rivista della National Academy of Science, sarebbero stati i
sardi a portare con sé nei loro viaggi verso la Spagna le tecniche di
agricoltura e pastorizia, trasformando popoli di cacciatori e raccoglitori in
uomini sedentari. La rivoluzione neolitica,
che diede un forte impulso allo sviluppo demografico, alla nascita di villaggi
e insediamenti stabili e all’accumulo di beni e derrate attorno al VII e VI
millennio avanti Cristo, potrebbe aver raggiunto la Spagna proprio dalla
Sardegna.
La scoperta è firmata da un team multidisciplinare e
internazionale composto da venti studiosi che hanno pubblicato i dati una
settimana fa (qui l’articolo in lingua inglese), ed è stata ripresa
dal quotidiano El Pais con il titolo “I migranti che portarono in Spagna la
più grande rivoluzione della storia”.
Sappiamo oggi che l’agricoltura e la pastorizia, da
cui ebbero origine le società neolitiche, furono trasmesse in Europa da
due grandi migrazioni di uomini che hanno trasformato
radicalmente la cultura umana e il suo patrimonio genetico: una partì
dall’Europa centrale, l’altra raggiunse l’estremità occidentale del continente
attraverso la rotta mediterranea. Quest’ultima, che porto con sé anche un tipo
di ceramica ben documentata in Sardegna definita ‘cardiale’ per la
decorazione creata con i margini a zig zag di una conchiglia, forse è partita
proprio dall’Isola. “Lo studio – scrive il giornalista di El Pais –
conferma che la rivoluzione neolitica giunse a questa estremità
dell’Europa da un piccolo gruppo di agricoltori che seguivano le coste del
Mediterraneo e che erano geneticamente diversi da quelli che portavano
l’agricoltura al centro e al nord dell’Europa”.
Il condizionale è d’obbligo: i dati su cui si basa lo
studio arrivano dal dna di 13 individui vissuti in Spagna
tra 7500 e 3500 anni fa, confrontato con altri dati genetici di popolazioni antiche e moderne, ma
considerato che il database del dna nel
Mediterraneo antico è ancora piuttosto povero i raffronti sono pochi.
Abbastanza comunque, secondo gli studiosi, per provare rapporti certi tra gli
individui che popolarono la Spagna 8mila anni fa e i sardi moderni.
Il dna dello studio è stato
estratto da ossa e denti appartenenti a 13 persone, di cui
certamente undici erano uomini e due donne, rinvenuti in sei siti
preistorici nel nord della penisola iberica e nell’Andalusia. Il loro
genoma, analizzato nel Centro di biologia evoluzionistica di Uppsala, in
Svezia, ci dice che vissero tra il Neolitico e l’età del Bronzo. Gli individui
più antichi hanno caratteristiche molto distanti da quelle
delle popolazioni dell’Europa centrale mentre mostrano parecchie affinità con
“la moderna variazione genomica sarda”, diretta discendente di quella degli
agricoltori che popolarono l’Isola nel Neolitico antico. Questi popoli si
sarebbero perfettamente integrati con i preesistenti tanto da lasciare tracce
genetiche in quello che il paleoantropologo Juan Luis Arsuaga,
coautore dello studio, definisce “un periodo entusiasmante di convivenza e
conflitto, un intero mondo fino ad allora sconosciuto”.
È dunque verosimile che agli albori del Neolitico gli
agricoltori sardi portassero con sé le tecniche sulla coltivazione e
l’allevamento, forse insieme ai carichi di ossidiana che dal Monte Arci hanno
raggiunto tutto il Mediterraneo, a bordo di imbarcazioni capaci di affrontare
anche lunghi tratti di mare. Una connessione tra la rivoluzione neolitica in
Spagna e la Sardegna aprirà certamente nuove prospettive sulla storia più
antica, e meno conosciuta, della nostra Isola.
Francesca Mulas
Los inmigrantes que trajeron a
España la mayor revolución de la historia
La península ibérica fue una de las zonas de Europa donde más tarde
llegó la agricultura, hace menos de 8.000 años. El origen de las poblaciones
que trajeron los cultivos y el ganado a España y Portugal —que a su vez ayudó a
la aparición de las primeras ciudades, el Estado, las religiones organizadas,
las clases sociales y la desigualdad— es aún bastante desconocido.
Un estudio ha secuenciado el genoma de 13 cadáveres de hace entre
7.500 y 3.500 años enterrados en el norte y el sur de la Península. Entre ellos
está el genoma completo más antiguo del sur de Europa, un agricultor neolítico
cuyos restos tienen 7.245 años y fueron encontrados en la cueva de los
Murciélagos, en Córdoba. El estudio confirma que la revolución Neolítica llegó
a este extremo de Europa de manos de un grupo reducido de granjeros que iban
siguiendo la costa del Mediterráneo y que eran distintos genéticamente a los
que llevaron la agricultura al centro y el norte de Europa.
Cuando estos pioneros comenzaron a expandirse se encontraron con las
tribus de cazadores y recolectores autóctonos y se cruzaron con ellos. Esa
mezcla amplió el tamaño de las poblaciones y su variedad genética y constituyó
la base principal de las poblaciones actuales de la Península en términos
genéticos. “Aquella gente eran unos perfectos extraterrestres que fueron
absorbiendo a las poblaciones autóctonas”, explica el paleoantropólogo Juan Luis
Arsuaga, coautor del estudio, realizado por un equipo de investigadores de
España, Suecia y Sudáfrica. “En aquel momento tuvo que haber un periodo
apasionante de coexistencia y conflicto, todo un mundo que hasta ahora no se
conocía bien”, añade.
El trabajo coincide con otros anteriores en
que aquellos migrantes mediterráneos tienen una fuerte conexión con los
habitantes actuales de Cerdeña. “Probablemente podemos considerar a los
actuales sardos como descendientes relativamente directos de la gente que difundió
las prácticas agrícolas en toda la región mediterránea”, explica Mattias
Jakobsson, genetista de la Universidad de Uppsala (Suecia) y coautor del
trabajo, publicado esta semana en la revista de la Academia
Nacional de Ciencias de EE UU.
El análisis confirma que las poblaciones ibéricas permanecieron
bastante aisladas de los grandes movimientos de poblaciones que sucedieron en
Europa en la Edad del Bronce, pero contribuyeron de forma decisiva a la cultura
de la época. Hace unos 4.500 años, a orillas del río Tajo a su paso por
Portugal, apareció una creencia basada en enterrar a los personajes poderosos
con armas y objetos de lujo. Lo más característico eran los recipientes de
cerámica usados para contener bebidas alcohólicas y que se conocen como vasos
campaniformes. En poco tiempo, la cultura del vaso campaniforme se expandió por
el resto de la península, cruzó los Pirineos y llegó al resto de Europa.
El análisis del ADN de más de 200 cadáveres enterrados en aquella
época por toda Europa junto a este tipo de cerámica ha demostrado que se
trataba de poblaciones genéticamente muy dispares, pero que habían asumido la
misma forma de enterrar a los muertos. “Fue la primera idea difundida sin necesidad
de que se movieran las poblaciones”, asegura el genetista Carles Lalueza-Fox, coautor del estudio, que
se publicó recientemente en Nature. “Aquellos
objetos eran los Ferraris y los Rolex de hoy, un signo de prestigio que
ostentan desde un sultán
En esa misma época, los yamnaya, un pueblo de pastores que vivía en
las estepas del este de Europa, se lanzó a la conquista del continente. Los estudios genéticos han demostradoque esta migración
debió ser realmente cruenta y realizada casi exclusivamente por hombres,
probablemente miles de jinetes acompañados de carros que siguieron avanzando
durante varias generaciones. Estas invasiones cambiaron radicalmente el paisaje
genético de Europa. En lo que hoy es el Reino Unido, por ejemplo, el 90% de los
genes de los varones autóctonos fueron reemplazados por el de los invasores.
En cambio, el nuevo trabajo centrado en la Península confirma que las
poblaciones locales permanecieron relativamente ajenas a estas invasiones, ya
que muestran una menor contribución genética de los pueblos invasores de la
estepa y una llegada posterior que a otros puntos. Al igual que la genética, la
dieta de los ibéricos —basada en granos y carne— apenas sufrió cambios durante
cuatro milenios, según muestra el análisis de isótopos conservados en los
huesos.
Cristina Rihuete, prehistoriadora de la Universidad Autónoma de
Barcelona, que no ha participado en el estudio, resalta que “es un trabajo muy
interesante”, en parte porque puede ayudar a responder importantes preguntas
sobre la aparición de los primeros estados en la Península. “En la Edad del
Bronce, en lo que hoy es Valencia, comenzaron a surgir los primeros estados
asociados a la cultura del Argar. Eran sociedades de clases muy acentuadas que
acabaron colapsando y desapareciendo hace unos 2.000 años”, explica. “Lo que
aún no sabemos es si esas poblaciones tenían el perfil genético característico
de la Península o ya mostraban la marca de las poblaciones esteparias, es
decir, si llegaron de fuera. El nuevo estudio ha analizado cadáveres
posteriores a la cultura del Argar y comprueban que ya tienen el componente
genético estepario”, resalta.
En cualquier caso, advierte Rihuete, habrá que realizar estudios
genéticos más amplios para obtener una visión más completa. “Hay que resaltar
que la muestra de este estudio es bastante pequeña y desequilibrada, pues de
los 13 individuos analizados, 11 son varones”, explica. La investigadora señala
que otro de los temas que la genética puede ayudar a aclarar son los orígenes
de las diferencias de género en las sociedades prehistóricas, que pueden estar
asociadas a la aparición de sociedades guerreras.
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